viernes, 27 de marzo de 2015

Mi otra mitad

No sé realmente cuando me di cuenta de que estaba enamorada de él, no me acuerdo cuando mi vida empezó a quedar patas arriba y destruida como si pasara un huracán arrancándome todo lo que creía que tenía asentado y bien anclado.
Cuando conocí a Lucas estaba saliendo con otro chico; eran amigos, muy buenos amigos pero tardó en presentármelo, supongo que no se había dado la casualidad o que se yo.
Un día mi novio y yo estábamos paseando por la zona de pubs de la ciudad. A él no le hacía mucha gracia, prefería quedarse en casa viendo una película. Cuando ya estábamos yendo hacia el coche, nos encontramos con Sergio y un grupo de amigos de su trabajo bebiendo cerveza y jugando a los dardos. La verdad cuando le vi me pareció guapo, pero yo estaba muy enamorada de mi novio y no me fijé en él.
Mi novio y yo empezamos a salir con varios de sus amigos, pero pasábamos fines de semana enteros con Lucas.
Sergio es divertido, gracioso, le encantan los ordenadores y  tiene un cuerpazo. Es alto, moreno y con los ojos marrones claros.  Sus manos son grandes y alargadas y parecen fuertes.
Mi novio y yo empezamos a vivir juntos a los dos años de estar saliendo. Lucas venía mucho a nuestra casa así que compramos una Wii para pasar el rato en casa.
Un año después de vivir juntos, mi novio empezó a tener muchísimo trabajo. Venía a casa pasada la media noche y los fines de semana no estaba nunca en casa. Por la semana empecé a meterme en chats para no sentirme sola mientras no llegaba a casa, por las tardes siempre estaba con mis amigas así que no notaba su ausencia. Los fines de semana Sergio venía a casa, pasábamos el día jugando a la wii o estábamos en el ordenador viendo algún anime.
Supongo que ahí fue donde empezó todo. Pasaba más tiempo con Lucas que con mi novio, hasta alguna tarde venía hasta casa un rato para ver que tal estaba. Me presentó algunos amigos que jugaban con él a los dardos, jugaba en un equipo profesional y de vez en cuando iba a verle jugar. Mis amigas decían que era aburrido pero a mí me gustaba verle jugar, las posturas que ponía, ver como se enfadaba porque no iba como quería y su cara de concentración.
Gracias a él empecé a jugar yo también recordando viejos tiempos en los que jugaba con mis amigas a ver quién pagaba la ronda de cubatas.
Un día jugamos contra otro equipo, no eran buenos pero estábamos teniendo un mal día. Lucas se enfadó mucho y le dio un puñetazo a una columna.  Me asusté por si se rompía la mano o algo y se la cogí. Él, en cambio, me quitó la mano y se fue de mi lado. Noté como se me rompía el corazón, como si una tormenta me sacudiera sacando a relucir todos mis sentimientos hacia él. Había tenido dudas de si él me gusta, de porqué me sentía tan a gusto con él o porqué me lo pasaba mejor mirándole que estando de paseo.
Al terminar la partida, en vez de quedarnos un rato como de costumbre, Lucas quería marcharse ya. Me tuve que despedir de los chicos con los que habíamos jugado que eran muy simpáticos, incluso me habían invitado a un par de chupitos.
Fuimos al coche y aunque intenté entablar conversación el no cedía. ¿Tan enfadado estaba?
Supongo que en ese momento me di cuenta de lo mucho que significaba para mí tener una conversación con Lucas. Lentamente las lágrimas asomaron en mis ojos y me las limpié con mis manos temblorosas. Notaba un nudo en la garganta que no se iba con tragar saliva.
Me dejó en casa, seguro que mi novio ya estaría durmiendo. Estaba a punto de salir del coche y Lucas me detuvo.
-          ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
-          Por nada, son tonterías.
-          ¿Seguro?
-          No entiendo por qué a mí en toda la noche casi no me hablaste, cuando me preocupo por tu herida escapas y con aquella chica hablaste casi toda la noche e incluso le sonreías.

Empecé a soltar una cosa detrás de otra, reprochándole su actitud como si estuviéramos saliendo juntos. Solo quería ser alguien especial para él también.
Sé que él se sintió mal por todo lo que le dije, tal vez me pasé pero solo quería ser con él como con los demás. Por miedo nunca le daba dos besos, ni le tocaba en el hombre como a otros amigos, ser aún más cercana a él y sentir que soy importante para él como lo es para mí.

Muchos fueron los días en los que quedamos y parecía que le gustaba por cómo me trataba y otros que le era indiferente. Miradas furtivas, caricias disimuladas y algún acercamiento tonto sin llegar a nada. El tiempo pasaba y yo dudaba cada día más de lo que sentía él por mí.
Un día nos quedamos solos en la galería, mi novio había ido a no sé dónde a por no sé qué. Yo estaba tapada hasta las orejas, me estaba muriendo de frio. El flequillo me molestaba en los ojos y le pedí que me lo apartara detrás de las orejas. Al principio no me hizo caso y se lo volví a repetir. Levantó la mano lentamente y la acercó a mi flequillo. Mi corazón latía a mil por hora. El brillo de sus ojos era muy tierno, me sentía como esas de las telenovelas. Cuando estaba a punto de apartarme el flequillo apareció mi novio y se giró a mirar su ordenador.
Cada vez tenía más claro que mi corazón ya no suspiraba por el que era mi novio. Lucas se había ganado un sitio en mi corazón y quería decírselo.
Lucas poco a poco fue cambiando su actitud hacia mí, me dejaba tocarle de vez en cuando e incluso apoyarme en él. Un día me apoyé en sus piernas para ver una película, me sentía en la gloria.
Estuvimos así un par de años.  Creo que ninguno de los dos tenía la certeza de lo que sentía el otro y no queríamos arriesgarnos a sufrir.
Un día no aguanté más.
Aproveché que mi novio se había ido por trabajo a otra ciudad y estaría toda la semana fuera. Invité a Lucas como siempre a jugar al Mario Kart, quería la revancha.  Tenía todo preparado en mi cabeza, lo que le iba a decir y las respuestas que podría decirme y como no la que menos esperaba que me dijera.
Después de jugar hice la cena, preparé unas hamburguesas  y vimos una película de comedia. Nos reímos muchísimo.  Cuando se levantó a cambiar de película, yo también me levanté muy despacio, para no hacer ruido. Le abracé por detrás y mi corazón ya iba desbocado, solo con tocarlo. ¿Qué iba ser de mí si algún día le besaba?
Lucas se quedó quieto, supongo que asombrado por que le había hecho. Aclaré mi garganta antes de hablar.
-          Sé que esto que te voy decir puede que lo hayas presentido o puede que no. Pedro es tu amigo y yo soy su novia pero tú sabes que la cosa no va bien desde hace mucho tiempo. Me haces sentir cosas que nunca hubiera soñado. No somos nada pero no me gusta verte con otras, deseo que me quieras y que lo que siento por ti tú también lo sientas. Hay días que estoy segura de que te gusto y otros creo que me odias. Si supieras lo que suspiro por ti, entenderías que buscase cada oportunidad para estar contigo, tocarte aunque sea sin querer y soñar con estar a tu lado por siempre. Espero que seas sincero y no me haga sufrir más. Dime que sientes por mí, lo aguantaré.
Me quedé callada, esperando y abrazándolo más fuerte. Si me decía que solo eran ilusiones mías, tendría que alejarme de él. Dijera lo que dijese solo había una solución, dejar a mi novio para siempre.  No sería justo que yo siguiese con el estando enamorada de otro.
-          Yo, siento algo por ti. Me cuesta mucho decirte esto porque eres la novia de mi mejor amigo y no quiero hacerle sufrir. Me gustas desde el primer momento que te vi, pero intenté olvidarte por nuestro bien.  Quiero estar contigo y sentir tu piel con la mía cada día, besarte a todas horas y sentirme en el paraíso.
Lucas se dio la vuelta e igual que aquel día con el flequillo, se acercó muy despacio a mí, con ese brillo especial en sus ojos y yo solo cerré mis ojos para abandonarme a las miles de sensaciones que me estaban inundando. Su beso fue tierno pero lleno de pasión.
Quedamos abrazados, sintiéndonos unos y sufriendo por el daño que le estábamos haciendo a otra persona. Una persona que era buena y no había tenido la culpa de que yo me enamorara de otro chico.
Era difícil sentirse 100% feliz pero quería disfrutar de esto hasta que llegase el momento de dejarlo. Cuando volviese mi novio hablaría con él, también tiene derecho a ser feliz y encontrar su otra mitad.


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