viernes, 27 de marzo de 2015

Le deseo

Nunca he deseado a nadie como a él.  Desde que le conocí hasta los movimientos más simples o las miradas furtivas hacían que todo mi cuerpo y mi alma se encendiese.
Cuando nos vimos por primera vez noté una conexión que a día de hoy no se ha ido.
Eses ojos marrones están metidos en mi retina y no consigo dejar de verlos a cada instante. Sus manos fuertes y suaves me hacían soñar con sus caricias; las pocas veces que me rozaba con ellas me daba un vuelco el corazón y sentía mariposas subir desde mi estómago.
Buscaba cualquier excusa para estar cerca de él; ayúdame con esto, por favor mírame aquello. Me sentaba a su lado y admiraba como trabajaba en el ordenador, su cara de concentración  e intentaba controlar mis ganas de abrazarle y tocarle.
Hasta en sueños estaba él, soñaba que me agarraba de la cintura y me apretaba contra él y yo notaba el olor de su colonia. Nos besábamos como si fuésemos un solo ser y  compartiésemos un solo corazón. Deseaba que todo eso se cumpliera algún día.
Los días pasaban y mi amor por el crecía, quería decirle lo que mi corazón anhelaba pero tenía mucho miedo a que me rechazara ya que no veía por parte de él ningún indicio de que sintiera lo mismo que yo.
Un día tuvimos una discusión muy fuerte y yo me puse a llorar. No me gustaba llorar delante de nadie pero no aguantaba más; los celos, las dudas, la incertidumbre y sus actos me hacían volverme loca  por momentos. A veces parecía que él sentía lo mismo por mí; otras parecíamos extraños ya que le hacía más caso a mis amigas que a mí.
Le eché en cara todo lo que hacía que no me parecía normal, si no sentía nada por mí que me lo dijera ya. No quería seguir haciéndome ilusiones con algo que jamás podría pasar.
En ese momento, cuando las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas, se acercó a mí. Me cogió el mentón con su mano. El contacto para mí fue una explosión de sentimientos que no sabía cómo procesar. Con su fornido brazo me agarró por la cintura y me atrajo hacia sí. Mi corazón latía a cien por hora, como si me fuera a explotar. Elevó mi cara para que le mirase, pero con las lágrimas en los ojos lo veía todo medio borroso. Me enjaguó las lágrimas con mucho cuidado. Retiró de mi cara el flequillo, metiéndolo detrás de mí oreja.  Sus ojos tenían un brillo extraño, nunca se lo había visto.
 Se vía tan dulce en ese momento que no pude hacer otra cosa más que amarle y desearle más aún si cabe. 
Se acercó despacio a mí. Yo estaba nerviosa y mis manos comenzaron a temblar. Me apretó más contra él a la vez que se acercaba más y más. Apoyó su frente en la mía.
Notaba que su respiración se acompasaba con la mía. Se separó de nuevo y me besó.
Un beso tierno, dulce y lleno de amor y pasión.
Cerré los ojos y todo se volvió negro. El mundo había desaparecido al igual que todas las dudas que hacía tanto tiempo que me rondaban. No quería que ese beso se terminase. Me sentía la dueña del mundo en ese momento.


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