martes, 24 de marzo de 2015

¿Porqué vivimos?

¿Por qué vivimos? ¿Hay algún motivo por el cual nosotros estamos en el mundo? Y si hay alguno, ¿Lo encuentras alguna vez? Yo no lo he encontrado, mi motivo para vivir, mi vida ha sido desastrosa, empezando desde mi infancia. Y ¿Por qué? No lo se ni yo. ¿Por qué vivimos una vida, que ni siquiera es feliz? ¿Existe esa vida, como la de los cuentos de familias felices? La verdad, si existe, yo no la he visto jamás, ni he tenido la oportunidad de vivirla.
Todo empezó cuando tenía 5 años. Cuando descubrí que no tenía una familia como la de mi amiga. Era una familia sin amor, sin cariño, todos estábamos desunidos. Ese mismo año mis padres se divorciaron, yo era pequeña, pero creo que algo entendí en todo aquello. Mi madre se fue de casa y con el único que yo mantenía contacto era con mi padre. Desde ese año empecé a ver la vida de una manera distinta.
A los dos años de la separación de mis padres me enteré que tenía dos hermanastros, aparte de eso, mi padre empezó una relación con una mujer que lo manipulaba como ella quería. Y que me amenazó varias veces diciendo que me enviaría a un orfanato. Desde ahí la relación entre mi padre y yo empezó a decaer hasta tal punto que llegó a ser nula.
A los 10 años, yo ya tenía que ir a hacer la compra y a hacer todas las tareas domésticas.
Mi padre siempre me decía que ninguno de ellos tenía tiempo para hacerlo y que me tocaba a mí, así aprendería para un futuro no muy lejano. Mi padre abrió un bar ese mismo año, con su novia. El bar se hizo famoso y empezaron a ganar mucho dinero, pero lo bueno no dura eternamente y la novia de mi padre se quedó con todo el negocio y dejo a mi padre sin dinero. Desde ahí empezó a beber, se pasaba todo el día mandándome a por whisky, vodka o cerveza. Mi casa, en vez de parecer lo que era parecía un vertedero, me pasaba media noche recogiendo toda la basura que tiraba mi padre por la casa. Mi padre no se dio cuenta, pero yo no tenía lo que se dice un buen estado, tenía anorexia. Yo sabía que estaba enferma, pero no se lo decía a nadie. Poco a poco fui creciendo. Ya tenía 15 años cuando, mi padre conocía una chica en un motel y la trajo a casa, no hace falta decir, que tampoco me cogió mucho cariño. Todas sus novias decían lo mismo, yo no era normal, era un espécimen, todas le comían la cabeza a mi padre para intentar que me mandara a un orfanato, mi padre nunca lo hizo, creo que en su más profundo ser, aun sentía amor paternal por mí.
Al cumplir los 16, mi vida sufrió una sorpresa inesperada. Un día, después de llegar del instituto, entré en mi habitación, me puse mi música alta, no había nadie en casa, así que aproveche. Mientras colgaba la chaqueta en el perchero, escuché maullar a un gato, y me puse en búsqueda de donde venía el maullido. Para mi sorpresa venia de mi ventana, que daba a un jardín de rosas, que cultivaba una anciana. En la ventana, había un pequeño gato de color ceniza con ojos verdes, lo vi y lo entré a mi habitación, al dejarlo encima de un cojín vi que tenía una pequeña herida. Fui al baño a por algo para curarlo, al llegar al botiquín vi que no había nada, solo un par de cervezas, que posiblemente mi padre había escondido. Fui a la farmacia que había enfrente de mi casa. Y de paso compré comida para el gato.
Al llegar a casa, entré en mi cuarto y no encontré al gato, me entristeció, pero escuché un maullido que venía de detrás de mi cama, era el, se había caído de la cama. Me empecé a reír y el gato me miraba con cara de cordero degollado. En fin, lo puse encima de una mesa y le cure la herida que tenía. Le vende y lo deje durmiendo entre unas mantas viejas. Al ver lo feliz que dormía, pensé que debía hacer con él. Si me lo quedaba o lo devolvía a su hábitat. Al final decidí quedármelo, pero eso llevaba su riesgo. Mi padre odiaba toda clase de animal doméstico. Así, que sin pensármelo dos veces, le hice una casita al gato dentro de mi armario, donde estaría calentito y protegido de mi padre. Tenía que hacer todo lo posible para que mi padre no lo encontrara, así que puse un cerrojo en mi habitación.
Pasaron los días y mi padre volvió un día borracho y empezó a pegar a su novia. Yo llamé a la policía y se llevaron a mi padre. Esa noche no dormí, le explique al gato todos mis problemas, tanto los de casa, como los del instituto. Yo sabía que él no me entendía, pero por lo menos era el que mejor me escuchaba. Al día siguiente no fui al instituto, me quedé dormida con el gato encima. Al levantarme fui a hacer la comida y a comprar unas cosas para cenar. Volviendo hacia casa pensé que le habrían hecho a mi padre. No me preocupo mucho, pero sentía que debía ir a ver qué había pasado, al ir a la policía local, me dijo que se lo habían llevado a prisión provisional y que probablemente luego iría a la cárcel por violencia de género. El agente me pregunto si yo tenía con quien estar y yo le dije que sí, aunque sabía que cuando llegara a casa, no habría nadie, excepto el gato.
Volví a casa, hice la cena y seguidamente me fui a dormir.
Una mañana más me desperté, pero sabía que ese día iba a ser un día distinto a los demás, pues quería suicidarme. Me duché, me vestí y me fui a hacer lo que para mí era mi vida, recados. Me gustaba ayudar a la gente y los vecinos me pedían recados, así que los fui a hacer. Primero fui a hacer la compra a la anciana del bajo, no podía moverse mucho, toda su energía la concentraba en su jardín de rosas. Al dejarle la compra en casa me regalo una reliquia de su familia, era un cuchillo de plata envejecida, con una rosa enrollada en el filo. Me dijo que le había dado mucha suerte a ella en su juventud, y que como no tenía descendencia, yo era la más indicada para quedármelo. Se lo agradecí muchísimo, pues me encantan ese tipo de cosas. El vecino del tercero me pidió que le hiciera un favor, necesitaba que fuera a comprarle tabaco urgentemente, lo estaba dejando, pero tenía sus recaídas. Se lo fui a comprar, pero al llegar a su puerta no se lo llegué a dar. Lo cogí y lo tire a la basura. Y en su lugar le deje un mensaje en el contestador. Aún recuerdo lo que le dije: “Animo, tu puedes”. A lo que me contesto otro mensaje que decía: “Gracias, ojala todas las personas se preocuparan como tú.” Me hizo gracia aquel mensaje, pues nadie había dicho eso dirigido hacia a mí nunca. Escuché el mensaje y pensé que había sido muy bonito, pero ahora tenía otro asunto pendiente. Bajé a dejarle a la anciana mi gato, me costó muchísimo despedirme de él, pero lo tenía que hacer.
Ya lo tenía pensado, un suicido rápido, una manera rápida, que no me enterara mucho. Fui en dirección al baño, llene la bañera de agua caliente, y me puse a pensar en lo que iba a hacer, por mi cabeza solo pasaban las dos cosas que dejaba en este mundo, mi gato y una amiga que vivía muy lejos. Me pase cinco minutos pensando lo que le hubiera dicho a mi amiga, como contarle todo en una palabra, pero ya era tarde, ella tenía su vida y yo no quería molestarle con mis problemas. Al acabar me fui hacia el baño de nuevo. Me metí en la ducha, vestida, ya no me importaba como. Cogí el cuchillo que me había regalado la anciana del bajo y me lo fui acercando a la muñeca izquierda, me temblaban las manos, toda yo temblaba, sabía lo que ocurría a continuación, pero las fuerzas salieron de mi interior y me hice un pequeño corte, del cual salían gotas de sangre, en ese momento, sonó el teléfono.
No le hice mucho caso, así que lo ignore. Al ver que la persona que llamaba insistía, fui a por el teléfono que estaba en el salón. Mire el número, y no lo conocía. Lo cogí con una voz temblorosa y nada más pude decir: “¿Si?”. Al otro lado del teléfono estaba mi amiga, al escuchar su voz se me paralizo el cuerpo, el cuchillo cayó al suelo y yo caí al lado. Me puse a llorar y mi amiga no para de decirme que, que me pasaba. Le dije que nada y me dijo que se lo contara, pero al día siguiente, puesto que se venía a vivir a mi ciudad. ¿Aquella noticia me dejo perpleja y desconcertada, seria aquello una señal?
Desde aquel día la vida me cambio para siempre. Ya no tenía la idea del suicidio en mente. Tenía mi mejor amiga conmigo para poder explicarle mis penas y sufrimientos, y ella me tenía a mí.
Yo ya he descubierto el verdadero significado de vivir en el mundo, no te lo voy a decir, voy a dejar que lo descubras por ti mismo, así aprenderás a conocerte mejor, tal y como eres.

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