Hoy después de tanto planearlo, mis amigas de toda la vida y
yo vamos a irnos de vacaciones a esquiar a unas montañas en Suiza.
Me venía bien un descanso de tanto ajetreo con el trabajo.
Estaba a punto de promocionar a un puesto de directiva había luchado años por
él y por fin ahora, con 55 años, me lo había ganado.
Mis amigas querían relajarse también. Están casadas, tienen
hijos e incluso alguna ya tiene nietos; cuando conocieron a sus novios dejaron
de estudiar, se casaron y tuvieron hijos pero yo no quería eso. Siempre he sido
una mujer con ideas claras, que no me ha gustado ser mantenida y tenía muy
claro que quería tener una gran carrera profesional, es lo que mi madre me
había inculcado desde pequeña.
No voy a decir que no tuve mis aventurillas con algún chico
pero no había cuajado nada, supongo que soy muy exigente en lo que al amor se
refiere.
No quiero un hombre que me haga dejar mi trabajo, que me
encanta, ni que quiera cambiar mis costumbres de años. Me tiene que aceptar con
mis defectos y virtudes y todos lo que han estado conmigo han querido cambiarme
algo.
El último quiso que cambiara mi piso de siempre por otro más
grande y espacioso para poder hacer fiestas en casa con los amigos. Mi piso es
pequeño pero para mí es perfecto. Estoy en el corazón de Manhattan y me queda
el trabajo a un paso, ¿por qué iba a cambiarlo?
Preparé la maleta, aunque íbamos a esquiar en el hotel había
un Spa y tenía pensado disfrutarlo, así que puse un biquini en la maleta.
Nos reunimos todas
una hora antes de que saliera el vuelo en el aeropuerto. Cuando estuvimos todas
facturamos el equipaje y fuimos por unos cafés. El vuelo traía retraso y
mientras esperábamos hablamos de las ganas que teníamos de hacer la escapada,
hacía mucho tiempo que no pasábamos más de un día juntas. Parecíamos
adolescentes en un viaje de fin de curso.
En la pantalla se alumbró nuestro vuelo y una chica lo
anunció por megáfono. Fuimos a la puerta de embarque y al llegar al avión
buscamos nuestros asientos. Iba a ser un vuelo largo asique intentamos dormir
para estar descansadas.
Llegamos de noche, un taxi vino a buscarnos a la puerta del
aeropuerto para llevarnos al hotel.
Hicimos los papeleos necesarios y subimos a nuestras
habitaciones, lo primero que hice al entrar fue tirarme en la cama. No había
podido dormir nada en el avión, tenía miles de pensamientos en la cabeza y que
mis amigas estuvieran hablando de sus hijos no era algo que me gustara.
Habíamos decidido pasar el primer día en el hotel para
acostumbrarnos a la hora y relajarnos del viaje. Yo me preparé y fui la primera en ir al Spa,
las demás fueron llegando a los pocos.
Estaba disfrutando de estar con mis amigas y del agua
relajante del Spa, cuando de pronto entra un señor. Era alto, un poquito regordete pero bien
tonificado y el pelo empezaba a
ponérsele blanco. Era muy atractivo, mis
amigas empezaron a hablar de él aprovechando que se había metido en la sauna;
como no empezaron a darme codazos para que fuera a echarle los tejos.
Para que se callaran y me dejaran tranquila, salí del
jacuzzi y me fui a la sauna finlandesa.
Me presenté y rápido entablamos una conversación agradable.
Se llama Rodrigo, es español y trabaja como directivo de una gran empresa en
Suiza pero estaba allí por una reunión con unos directivos de Caracas.
Salimos de la sauna y nos fuimos al jacuzzi en el que
seguimos hablando muy animados. Mis amigas me miraban asombradas, como si nunca
hubiera hablado con un hombre.
Durante los días que duró su reunión nos vimos varias veces,
tanto fue así que rápido nos consideramos amigos y nos dimos los teléfonos. Mis
amigas siempre me interrogaban, parecía que tenían 15 años, solo faltaba que
hiciésemos una fiesta pijama en mi habitación.
No voy a decir que en parte me sentía como una quinceañera
descubriendo el amor. Rodrigo era muy simpático y teníamos el mismo trabajo,
por lo cual entendía que cuando estabas ocupado por el trabajo no te era fácil
desconectar.
Las clases de esquí con mis amigas fueron lo más divertido
de todo, no caíamos muchas veces y una
de ellas se pegó un golpazo contra un árbol y nos reímos muchísimo todas. Luego
nos fuimos tomar un chocolate caliente al hotel.
Las vacaciones llegaron a su fin y tuvimos que volver a la
rutina. Estaba más que feliz en mi nuevo
puesto de directiva y trabajaba mucho para dar a demostrar que me lo merecía.
Un día recibí un mensaje de Rodrigo y me sentí muy feliz. Me
decía que por trabajo iba a venir durante una semana a Manhattan y le gustaría
mucho que nos viésemos, a mí también.
Cuatro días después del mensaje quedamos en un bar cerca de
mi casa. Me invitó a cenar y como un caballero me acompañó a mi casa.
Pasamos tres días increíbles, fuimos al cine, a cenar, de
paseo por el parque, me sentí como una reina. Rodrigo me mimaba, me venía a
buscar con flores y era muy caballeroso. De eso que ya quedan y por los que mis
amigas suspiraban. Sus maridos ya no las sorprendían con flores y me decían que no le dejara escapar.
Después de que se fuera a su país, seguimos hablando con
regularidad por el teléfono y email. Creo que poco a poco nos fuimos enamorando
pero no quería pensar en eso hasta que me lo dijera directamente y no con
insinuaciones.
Pasaron dos meses hasta que volvimos a vernos, esta vez
Rodrigo me traía noticias. Su empresa iba a abrir una sucursal en Manhattan y le
habían ofrecido ser el director. ¿Esperaba mi aprobación?
Fui con él a ver varios pisos y locales para su oficina, se
veía que ya tenía la decisión tomada. Aquí hay mucha competencia y yo iba a ser
una de ellas, ¿Cómo podríamos tener una relación si siempre estaríamos
enfrentados en las ventas?
Cuando tenía todo mirado se volvió para arreglar sus papeles
y poder venir para luchar por su sueño americano.
No tardó mucho en volver y montar su empresa, pensé que me
iba a afectar su competencia pero lo nuestro era totalmente diferente a lo de
Rodrigo. Me gustaba tenerlo más cerca y poder hablar con él todos los días en
persona y no a través de mensajes.
Todo iba bien: Rodrigo era feliz, la empresa le iba bien y
había conseguido un precioso piso de dos habitaciones.
Un día vino a buscarme al trabajo con un ramo de rosas
blancas, sabía que eran mis favoritas, y con una carta hermosa. Me vendó los
ojos y me metió en un coche, luego
después de bajar y que me abriera una puerta pasamos a un ascensor y cuando ya
me dejó de mover y me quitó la venda de los ojos delante de mi tenía una vista
de todo Manhattan en pleno atardecer.
Se arrodilló ante mí y sacó del bolsillo una cajita pequeña
de un color azul añil. La abrió y me quedé asombrada al ver semejante anillo,
no hay palabras para describirlo.
Nunca pensé que pudiera llegar a tener amor en mi vida, mi
trabajo ocupaba todo en mi vida hasta que hace un año conocí a Rodrigo y me
enamoró.
Espero que podamos ser felices mucho tiempo, por ahora mis
amigas están ilusionadas con mi futura boda y solo saben pensar ideas para la
despedida de soltera.
¿Quién me iba a decir que a mis 55 años podría encontrar el
amor por primera vez y sentirme como una jovencita quinceañera?
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