martes, 24 de marzo de 2015

Los chicos del bar

Hay un recuerdo que siempre viene a mis pensamientos cuando hay luna llena. Es increíble que con la edad pierdas recuerdos, pero otros perduren a lo largo del tiempo incluso cuando estás a punto de morir.
Yo fui una chica muy enamoradiza, cada mes encontraba el amor de mi vida; hasta que cuando cumplí los 25 años le conocí a él.
Estaba trabajando la primera vez que le vi; por aquel entonces disfrutaba de mi trabajo nocturno en un bar de copas el cual era conocido por muchos grupos de chicos para jugar a la diana y en uno de esos grupos estaba él.
Se acercó a la barra,  me pidió una cerveza y los dardos para la diana. Lo que primero me llamó la atención fueron sus labios carnosos y sus ojos marrones miel. Le serví y en el momento en el que se fue hacia la diana no le saqué el ojo de encima. Se reía mucho y su brillante dentadura relucía. Cuando venía a pedirme algo en la barra mi corazón daba un vuelco de alegría, ¿se fijaría en mí como yo me había fijado en él?
La noche pasaba y deseaba que cuando acabara de trabajar siguieran por allí para presentarme como era debido.  Creo que esa fue una de las noches en las que más sonreí en el trabajo, ya que por norma general solía ser más taciturna ya que siempre íbamos a tope y no había tiempod e nada.  Me distraje un poco y cuando me día la vuelta hacia la diana ellos ya no estaban. Mi gozo en un pozo, ni siquiera sabía cómo se llamaba aquel chico; tal vez volverían pronto.
Al día siguiente les conté a mis amigas lo que había pasado y ellas se alegraban de que me sintiera así pero también querían que fuera realista. Tal vez nunca volviera  a ver aquel chico. Como se acercaba la hora de cenar nos fuimos al restaurante de los padres de una de mis amigas. Al entrar había muchísima gente, el comedor estaba lleno y en la barra había gente esperando por una mesa mientras se tomaban algo. Se notaba que se acercaban las navidades.
Me sorprendió volver a ver al mismo grupo de amigos del bar, ¿estaría él? Parecía que no. Se los señalé a mis amigas para que vieran que eran ellos de los que había hablado hace un momento y justo en ese momento por la puerta aparece él corriendo. Me quedé atontada al verle. Estaba más guapo que ayer. El grupo de chicos se dio la vuelta para recibirle y una de mis amigas reconoció a uno de ellos y me lo dijo.
  • ¿Ves ese de la sudadera gris? Se llama Pablo, es primo de una amiga. Siempre coincidimos por el cumpleaños de ella. Podía presentaros y a ver qué pasa.- dijo guiñándome el ojo y dándome un codazo.
Claro, si mi amiga me presentaba al amigo él nos presentaría a todos los que estaba allí por educación y sabría cómo se llamaba el chico que me había robado el corazón. Empujé a mi amiga para que empezara ya sin retraso aquellas presentaciones.
Mi amiga se acercó a Pablo y le habló, durante unos minutos hablaron ellos solos y él les presentó a todos sus amigos. Ella nos señaló y nos hizo una señal para que nos acercásemos. Yo iba toda nerviosa.
  • Estas son mis amigas: Lucia, Laura, Paloma, Estefanía y Elisa- dijo señalándome.
  • - dijo Pablo- Estos son mis amigos: Pedro, Lucas, Sebas y Sergio.- Terminó al señalar al chico que me gustaba.
  • Encantados- dijeron ellos a la vez. que nosotras encantadas.
Pronto empezamos a hablar entre todos y me alegré al ver que eran chicos simpáticos.
Anna hablaba con Pablo ya que le conocía más mientras que mis amigas hablaban un poco con todos yo me quedé hablando con Sebas y mirando de reojo a Sergio. Sebas le hizo una señal a Sergio para que viniera a unirse a la conversación. Me puse muy nerviosa en ese momento, me sujeté las manos porque tenía la impresión de que temblaban mucho.
  • Pues como te iba diciendo, tenemos un equipo de dardos- dijo Sebas.
  • Vaya, eso suena difícil. Yo solo jugaba de vez en cuando con mis amigas a lo típico, supongo. Nos jugábamos la ronda de cubatas- me reí.
  • Pues deberías venir un día con nosotros a jugar- dijo Sergio.
  • Emm… bueno, si me queda cerca supongo que podría ir aunque fuera a veros jugar.- Dije alucinada ¡Me había invitado Sergio a jugar con ellos!
  • Pues a ver si nos vemos…
Sergio se fue a la barra y me dejó allí hablando con Sebas y totalmente ida, tenía que ir a  verles fuera donde fuese. Sebas y yo seguimos hablando de otras cosas, si estudiaba, el trabajo y esas cosas a lo cual pronto se nos volvió a unir Sergio.  Me estaba gustando mucho poder conocerle aunque fuera un poquito; tal vez ahora podría pasarme por donde trabajaba así como quien no quiere la cosa, como de casualidad y tomar algo juntos los dos.
En mi cabeza ya se formaban miles de ideas para tener un encuentro “casual” con Sergio mientras tanto participaba en la conversación para seguir absorbiendo datos de él que pudieran serme de ayuda.
No me di cuenta de que el bar se estaba vaciando y que pronto nos tocaría una mesa y que nos separaríamos de ellos, por lo cual propuse que compartiéramos  la misma mesa, ya que habíamos empezado a entablar una relación de amistad.
La cena fue muy divertida, los chicos tenían muchas ocurrencias y yo no paraba de reírme; ya me dolía la barriga, no podía más. Hacía mucho tiempo que no me divertía de esa manera. Al terminar la cena nos fuimos a tomar algo juntos.  Mis ojos no se apartaban de Sergio, ese chico me atraía mucho; sus ojos marrones miel tan brillantes, su pelo castaño corto hacía ondulaciones y como no aquellos labios carnosos que me daban ganas de besarlos. Su altura era parecida a la mía, era lo único que podía objetar ya que siempre me han gustado los chicos altos.
La noche pasó de prisa y ya casi eran horas de marcharse a casa. Todos nos separamos y nos fuimos para casa, Sergio dijo que si quería que me acompañaba que le quedaba de camino, a lo cual acepté encantada ya que así podría estar con él un poco más.
El camino a casa fue lento, no quería llegar demasiado deprisa y no disfrutar de su compañía. Hablamos de lo que nos gustaba,  de tonterías y de las vistas del camino al lado del río.
Con el paso de los días, semanas y meses nos fuimos conociendo más a la vez que yo me reafirmaba en mis sentimientos por él. Nos lo pasábamos bien juntos, reíamos y hacíamos bromas. Una vez casi lo tiro a una fuente para mojarle ya que me había retado y yo no pierdo las apuestas, bueno no me gusta perderlas a menudo. Mis amigas decían que le gustaba pero yo no lo tenía muy claro; a veces creía que sí, a veces creía que no.
2 años  después de conocer a Sergio y sin haber  aclarado si teníamos o no algo, otro chico apareció en mi vida. Un chico que desde el primer momento se lanzó a por mí y luchó por mi corazón.  De vez en cuando nos encontrábamos con Sergio y parecía que no hubiera cambiado nada que seguíamos siendo amigos, como siempre. Me convencí de que Sergio nunca había sentido nada por mí más allá de una simple amistad.
Cuando cumplimos aun año de estar juntos Diego y yo, nos fuimos a vivir juntos e hicimos una gran fiesta en la que invitamos a nuestros amigos y como no Sergio también.  Nuestros amigos lo pasaron genial y yo agradecí que estuvieran todos en ese momento tan importante.
Sergio y yo nos veíamos con frecuencia, empezamos a jugar en el mismo equipo de dardos. Una noche como iba perdiendo le pegó un puñetazo a la pared, fui a verle por si estaba sangrando o si solo era hinchazón y con un poco de hielo se solucionaba; él me retiró la mano de mala manera y se alejó de mí, yo solo quería ayudarle. Me sentí como un estorbo, salí fuera del bar en el que jugábamos y me tranquilicé. Volví a entrar para terminar la partida y marchar a casa cuanto antes.
Sergio me acercó a casa y no le hablé en todo el camino al llegar a casa las lágrimas me resbalaron por las mejillas.
  • ¿Qué te pasa?- me preguntó Sergio.
  • ¿Cómo que qué me pasa? Eres horrible, yo solo me preocupaba por ti y tú me despreciaste de esa manera. Yo no te entiendo, pensé que éramos amigos y como amigos me preocupo por ti. Te dan igual mis sentimientos, si no quieres estar conmigo dímelo que dejo el equipo pero no hacen falta esas maneras.- tomé aire.- Solo quería ver como tenías la mano por si necesitabas hielo, intenté hablar contigo y tu nada, ¿por qué me odias?- sentencié sin dejar de llorar.
  • Yo no he dicho eso. Sabes que cuando pierdo no quiero hablar con nadie y estaba bien. Yo no pensé…
  • Pues demuestras que no quieres estar conmigo, pues si no quieres dímelo y ya. Los dos somos adultos como para entenderlo.- dije intentando no llorar y controlar el nudo de mi garganta.
  • Yo quiero estar contigo.-me contestó mirando hacia otro lado.
Me quedé helada ante esas palabras, quise ver algo más en esas palabras pero no podía ser.  Por primera vez en mucho tiempo ese día me dio un beso en la mejilla a lo cual no pude evitar ponerme roja. Él no era de besos ni abrazos, ¿lo hacía para reconfortarme?
Las dudas asomaron en mi cabeza pero yo quería estar con Diego por mucho que Sergio fuera el primer chico que conquistara mi corazón. Me sentía bien con él pero yo no le gustaba y a Diego sí, no tenía que dejar que un momento de bajón me controlase.
Muchas veces más nos vimos y nunca más volvió a besarme ni a darme un abrazo y mis dudas, lógicamente, desaparecieron de nuevo.
Los años pasaron y Diego propuso que nos casáramos a lo cual yo acepté. Dimos una increíble fiesta de compromiso en la que no pudieron faltar todos nuestros amigos y familiares, como supondréis Sergio también vino. Se alegraba mucho por nosotros.
Mis amigas decían que si estaba segura, era un paso muy importante. Diego era bueno conmigo, cariñoso y me trataba bien y era suficiente para mí.
Una noche, al salir de trabajar, Sergio me estaba esperando en la puerta.
  • ¿Te acompaño a casa?
Fuimos caminando despacio, hablando de cosas como habíamos hecho siempre. La luna estaba llena y el cielo despejado, sin una nueve pero cuajado de estrellas. Nos paramos en un banco. Nos sentamos y miré hacia la luna, Sergio hizo lo mismo.
Me fijé en  su cara bañada por la luz de la luna y con esa mirada de soñador que siempre me había encandilado. Sus ojos tenían un brillo diferente, como aquella vez hace tanto tiempo de la discusión.
  • No quiero que te cases.- dijo sin dejar de mirar la luna.
Sus palabras cayeron como una losa sobre mí, ¿a qué venía eso ahora? Me quedé sin palabras y eso era difícil.
Sus ojos eran sinceros, el corazón me latía a mil por hora. Estaba muy serio y yo no sabía qué hacer. Me cogió de las manos y me miró intensamente a los ojos. Mis manos comenzaron a temblar, empecé a ver borroso porque mis ojos estaban llenos de lágrimas que no quería dejar escapar.
  • Te quiero.- me dijo inclinándose para besarme.
Me quedé petrificada. Sus labios rozaron los míos, estaban cálidos, una corriente me recorrió entera y supe que nunca había olvidado mis sentimientos hacia él. Siempre había querido besarle y que él me amara como yo le amaba a él. Me abrazó con fuerza y me sentí mejor ante todo lo que estaba pasando.
Mientras duró el beso me sentí la única mujer de la tierra, me hacía sentir especial. Sergio hacía que me sintiera viva como nunca antes. Nos miramos a los ojos y vi todo ese amor escondido en el fondo de su alma, escondido durante tanto tiempo y que explotaba ahora.
¿Por qué ahora? ¿Después de tantos años? Pensé que había olvidado mis sentimientos hacia él, ahora estaba con Diego y él me quería no podía hacerle esto, pero mi corazón siempre había suspirado por Sergio.
No podía dejar de besar a Sergio y en parte me sentía culpable.  Pero eso debía terminar.
  • ¿Por qué me lo dices ahora? Sabes que estoy con Diego y no quiero hacerle daño.
  • Te quiero, no quiero perderte. Ya no me basta con ser tu amigo, ¿acaso tu no sientes nada por mí?
  • Yo… esto…
  • Sé que tu corazón y el mío se entendieron, me gustas desde el primer día que te vi pero sabes que soy tímido y me daba vergüenza. Si no te lo decía ahora ¿cuándo?
  • Ahora es muy tarde… Estoy a punto de casarme.
  • Si no lo hacía y lo intentaba, no sabría que podría lograr.
Nos volvimos a besar debajo de la luz de la luna llena, sabiendo que lo nuestro ahora era un amor imposible.  Estaba a punto de casarme y yo quería estar con Diego.
¿Quién sabe las vueltas que da la vida? Siempre nos queda ese recuerdo que siempre viene a mi mente en noches parecidas.
Sergio y yo seguimos viéndonos pero somos conscientes que solo seremos amigos por el momento, pero… la vida da muchas  vueltas.

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